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                   Por 
                    Isabel Gallardo Moreno 
                   
                     
                    Sr. Ricardo Núñez: 
                   
                    A raíz de las consecuencias de conocer el mensaje de Ricardo 
                    Lagos anunciando que el Informe de la Comisión de Prisión 
                    Política y Tortura ya se encuentra en la Internet y a raíz 
                    de todo lo que ha ocurrido después de eso hasta hoy, deseo 
                    manifestar mi opinión como familiar directo de 5 ejecutados 
                    políticos de la dictadura de Pinochet. Respondiendo de alguna 
                    manera al soéz postulado de algunos de que el Golpe de Estado 
                    de 1973 fue inevitable y que en definitiva deberíamos hacer 
                    un mea culpa por la conducta anti ética de los militares con 
                    sus prisioneros, yo insisto en que las víctimas no son los 
                    culpables; no pueden ser los culpables, de otra manera, no 
                    serían víctimas. Nadie se buscó ser maltrado como lo hicieron, 
                    tampoco.  
                  Creo que 
                    los hechos hablan por sí sólos, como en el caso de mi propia 
                    familia, asesinada entre el 18 y el 19 de Noviembre de 1975: 
                    la Familia Gallardo con 5 y 1/2 miembros del grupo familiar 
                    muertos en horrorosas torturas en Villa Grimaldi (contando 
                    con el bebé de mi hermano que venía en camino y fue muerto 
                    por tortura en el útero de mi cuñada).  
                     
                    Ellos fueron tomados presos repentinamente con extrema violencia; 
                    sacados de su casa; llevados a Investigaciones donde su jefe 
                    era Ernesto Baeza Michelsen, y en pocas horas secuestrados. 
                    Después de mucho se supo que habían sido trasladados al centro 
                    de torturas del ejército llamado Comando Terranova (Villa 
                    Grimaldi) donde fueron vistos por testigos sobrevivientes 
                    del horror.  
                     
                    Sin embargo al día siguiente de su detención aparecen muertos 
                    en un enfrentamiento. Según algunos medios de comunicación 
                    a través del periodista Julio López Blanco, estos "subversivos" 
                    se habían enfrentado a muerte con las "fuerzas del orden" 
                    parapetados en los Cerros de Rinconada de Maipú. (Lugar que 
                    en esos días también pasó a pertenecer al ejército). Cabe 
                    preguntarse de dónde habrán sacado estos "subversivos" las 
                    fuerzas, las armas y las capacidades para enfrentarse a los 
                    super entrenados, bien organizdos, bien premunidos y cuantiosos 
                    agentes de la DINA, para librarse de las fauces de sus aprehensores 
                    desde la Villa Grimaldi para llegar a los cerros de Rinconada 
                    de Maipú. Cualquiera que conoce la geografía de nuestro Gran 
                    Santiago, se da cuenta que ese desplazamiento, incluso hoy 
                    con todos los adelantos en materia de carreteras, no es tan 
                    fácil.  
                     
                    Más aún tomando en cuenta quienes eran los "subversivos" en 
                    cuestión. Ellos eran los siguientes: 
                     
                    Mi padre: Alberto Gallardo Pacheco, 62 años de edad, tornero 
                    de profesión. Sufría de escoliosis severa, lo que le impedía 
                    respirar bien, le venían ahogos constantes porque no podía 
                    mantener su columna derecha mucho rato, a raíz de daños laborales 
                    sobre su espalda. 
                     
                    -Mi hermana, Catalina Gallardo Moreno, 29 años. Secretaria 
                    de Manpower. Con un bebé de 6 meses al que todavía amamantaba. 
                    Una joven mujer con hermosos ojos de color oscuro profundo 
                    con miles de sueños y utopías por realizar. 
                     
                    -Mi cuñada: Mónica Pacheco Sánchez, 25 años, profesora de 
                    inglés en un colegio municipal. Embarazada de tres meses (segundo 
                    intento -alcanzó a gestar un bebé que nace a los 8 meses de 
                    gestación pero muere a los pocos días precisamente a pocos 
                    días del golpe militar, al parecer no soportó la tensión emocional). 
                     
                    -Mi hermano: Roberto Gallardo Moreno, 25 años. Recién egresado 
                    del servicio militar. Servicio que tuvo que hacer atrasado 
                    porque el régimen militar obligó a hacer el servicio a los 
                    reservistas que por algún motivo no lo habían podido hacer 
                    en su momento. Como mi hermano era sano fue obligado a hacerlo. 
                    Ahí fue testigo de muchos hechos reñidos con la moral, pero 
                    no se quedó sin hacer nada.  
                     
                    Y al año siguiente, el 20 de Octubre de 1976, también mi cuñado: 
                    Juan Rolando Rodríguez Cordero, fue herido en un falso enfrentamiento 
                    en la calle; llevado a un hospital por agentes de la DINA 
                    de donde salió muerto.  
                     
                    Hoy a 29 años de su asesinato en torturas, todavía estamos 
                    esperando la acción de la Justicia en este caso que tiene 
                    múltiples testigos. Y que generosamente nos han dado testimonios 
                    del martirologio sufrido por mi familia.  
                     
                    ¿Acusados de qué?. No se les hizo ningún tipo de procedimiento 
                    judicial ni siquiera uno falso antes de matarlos. Fueron sometidos 
                    a toda clase de torturas, como consta en el Informe Rettig, 
                    y ni siquiera pudieron contar con un entierro digno. Los cadáveres 
                    registraban evidentes muestras de tortura. En particular me 
                    duele que a mi hermana le hayan arrancado los ojos y le dejaron 
                    las cuencas vacías porque sus ojos eran llamativamente brillantes. 
                     
                     
                    Nosotros hemos denunciado reiteradas veces quienes fueron 
                    sus torturados; nombres que casualmente se repiten: Marcelo 
                    Moren Brito Francisco Ferrer Lima Miguel Krassnoff Marchenko 
                    Manuel Contreras Sepúlveda Ernesto Baeza Michelsen y otros 
                    agentes de menor rango que los anteriores. Nunca ninguno de 
                    los involucrados han dado siquiera un gesto de arrepentimiento 
                    por lo que hicieron, ni menos se nos ha explicado qué delitos 
                    cometieron las víctimas para merecer tales castigos. Por el 
                    contrario, en un careo de mi madre con Baeza, hace algunos 
                    años, éste le dio a entender que ella estaba loca y que tal 
                    vez sus hijos y su esposo nunca existieron. O sea, burla y 
                    más burla.  
                  Ahora 
                    me pregunto si con todos estos antecedentes todavía se atreven 
                    a decir que "las víctimas se lo buscaron..." y que lo que 
                    los familiares buscamos después de 29 años ¿es venganza? ¿Pedir 
                    Justicia es buscar venganza, Sr. Vidal? 
                     
                    Yo nunca he escuchado a mi madre -hoy de 79 años, con ánimo 
                    vengativo. Nunca, durante su larga lucha por Verdad y Justicia; 
                    nunca la he escuchado pedir que a los torturadores de mi familia 
                    los cuelguen de los testículos como lo hicieron con mi padre. 
                    Sólo le he escuchado decir: ¡Ay!  
                     
                    Ojalá algún día se reconozca que mi viejo y mis hijos no fueron 
                    delincuentes ni gente de mal vivir y se limpien sus nombres. 
                    Así podré ir y mostrarlo a quienes me apuntaban con el dedo 
                    y se mofaban.  
                    
                    
                    
                   
                     
                    
                    
                   
                     
                     
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