CODEPU,
Santiago, 12 de diciembre de 2006
Muere
Pinochet, como ya lo hicieron Stroessner, Galtieri y Bánzer.
Los dictadores no son inmortales. Sus figuras fueron sinónimo
en nuestros países de exterminio, asesinato, desaparición
forzada, secuestro, violencia sexual, felonía, profanación
de restos, pillaje, soberbia, cobardía, traición, expolio,
robo, deshonor, mentira, entre otros. A simple vista, parece
entonces que nuestro continente americano deja atrás uno de
los episodios más tristes y oscuros de su historia, aquel
que nos hermanó en el dolor y en el horror.
Sin embargo, la muerte vence a la justicia, la que durante
dos décadas pudo lograr lo ahora inalcanzable, dejando una
miserable enseñanza a nuestros hijos y a nuestros nietos,
pues quien fue responsable de los crímenes más atroces que
repudian a la conciencia universal, jamás pagó por ello.
En consecuencia, la muerte de Pinochet nos impone el desafío
de continuar en la búsqueda de la Verdad y la Justicia. Ahora
más que nunca. Queda el sabor amargo por la pasividad de los
jueces y tribunales chilenos, que lo dejaron partir sin más,
sin juzgarlo, sin condenarlo. Pinochet muere pero sus crímenes
continúan impunes.
Hoy recordamos vivamente a nuestros miles de detenidos desaparecidos,
ejecutados políticos y sobrevivientes de tortura, en particular
a los compañeros de CODEPU que ya no están: Fernando Castillo,
Blanca Rengifo, Patricio Sobarzo, Fernando Vergara, Rafael
Maroto, Katia Reszczynski. Con todos ellos, y por ellos, debemos
continuar exigiendo que se haga Justicia, impidiendo la aplicación
del Decreto Ley de Amnistía y de otras instituciones procesales
que legitiman la impunidad, y rompiendo los mecanismos de
protección respecto de los otros responsables de graves violaciones
de los derechos humanos, que compartieron con Pinochet el
nefasto designio de ser ejecutores de la política de terrorismo
de Estado.
Fueron 1.185 los detenidos desaparecidos; 2.196, quienes fueron
asesinados de distintas maneras (fusilados, muertos en falsos
enfrentamientos, explosionados), y 50.000 personas las que
sufrieron la tortura, crímenes que bajo su régimen constituyeron
el principal método de control, de amedrentamiento, de terror
y de sometimiento.
Hubo también otras violaciones: abuso de poder, exilio, persecución,
exoneración, conculcación de las libertades públicas.
Los crímenes de Pinochet y sus secuaces fueron cometidos tanto
al interior de nuestras fronteras como en el exterior. Fueron
perpetrados en Chile contra nacionales y también extranjeros,
quienes compartieron un sueño común representado en los ideales
del Presidente constitucional Salvador Allende, la construcción
de una patria más igualitaria, humana y habitable para todos.
En 1998, a veinticinco años del golpe militar, la solidaridad
internacional fue cómplice de nuestra lucha contra la impunidad.
El juez español Baltasar Garzón, en el curso de la acción
judicial presentada dos años atrás por el Fiscal Carlos Castresana,
expidió una orden internacional de captura que logró la detención
del dictador en Londres, marcando un hecho histórico en la
aplicación de los principios y doctrina internacional de los
derechos humanos, que supuso el envío de un mensaje a la comunidad
internacional sin precedentes, el que tenía que ver con la
posibilidad de persecución universal de los genocidas del
planeta.
Pinochet es acusado por tortura, pero el gobierno de Eduardo
Frei, en connivencia con sectores de la derecha de este país,
quienes también fueron cómplices de éste y otros crímenes,
promete que sería juzgado por los tribunales nacionales con
las debidas garantías. Garantías de las cuales nunca gozaron,
ni entonces sus víctimas, ni después sus familiares. Finalmente,
la promesa es quebrantada. De allí en adelante, los avatares
de los procesos judiciales abiertos en contra de Pinochet,
oscilan entre los argumentos de su defensa basados en la insanidad
mental, las múltiples enfermedades, la edadÉ Todas dilaciones
que ampararonn la cobardía del dictador, que nunca tuvo el
coraje de enfrentar la acción de justicia.
Al día de su muerte, Pinochet enfrentaba aproximadamente 300
procesos judiciales, siendo sometido a proceso en tan sólo
tres de ellos. El silencio del poder judicial es manifiesto,
con su conducta permitió irremediablemente al desamparo de
las miles de víctimas.
Pinochet ha muerto un 10 de Diciembre, Día Internacional de
los Derechos Humanos. Hacia el Bicentenario, CODEPU, junto
a los organismos de derechos humanos y a aquellos que, a título
personal y colectivo, siempre estuvieron de nuestro lado,
se impone el desafío de hacerse cargo del pasado, difícil,
lleno de obstáculos, e impune, que nos legó la dictadura pinochetista.
Nuestro compromiso es lograr que al año 2010 la sociedad chilena
pueda reconquistar un país más democrático, más solidario,
más integrado, más justo, cuyo quiebre vital, cultural y político
partió con el golpe de Estado.
Es necesario recuperar la memoria, pues nos asiste la convicción,
que constituye un imperativo ético irrenunciable, el arrojar
luz sobre quienes protagonizaron el supremo acto de amor de
tratar de restituir a nuestro pueblo la dignidad perdida,
y pagaron con sus vidas ese noble esfuerzo, elevándolos finalmente
al justo lugar en la historia que por derecho propio le corresponde.
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