Victor Díaz
A 31 años la Verdad Comienza a Aparecer


   
Víctor Díaz, subsecretario general del Partido Comunista clandestina, fue visto por ultima vez con vida, en 1976 en Villa Grimaldi. Unos 31 años después, el 12 de mayo de 2007, en el mismo recinto, hoy convertido en Parque por la Paz, mas de 200 personas, regresaron para rendirle homenaje a su ejemplo de valor y humanismo.

A continuación ofrecemos transcripciones de las palabras que dirigieron en la ocasión el escritor José Miguel Varas, Vice Presidente del Partido Comunista Jorge Insunza, el abogado Eduardo Contreras y su hija Viviana Díaz, vice presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos. Durante el acto también se dirigieron la palabra , el periodista Mario Gómez López, y el presidente del PC de la comuna de Pedro Aguirre Cerda.

Por muchos años el último paradero conocido de Víctor Díaz fue La Torre, estructura adaptada por los operativos de la DINA dentro de Villa Grimaldi que obligaba a los detenidos mantenerse en reducidas estructuras de madera a las cuales debían entrar a rodillas por puertas muy bajas. Desde diciembre 2006, cuando confesó un ex colaborador de la DINA al Ministro Víctor Montiglio, quien instruye el Caso Calle Conferencia, se ha conocido que los sádicos de la DINA continuaron atormentando a los presos a poca distancia de Villa Grimaldi, en Simón Bolívar hasta matarlos, calculadamente.

 

José Miguel Varas, Premio Nacional de Literatura 2006

Hace muchos años, unos 56 o 57 para no exagerar, conversaba yo una noche con aquel famoso suplementero inválido santiaguino a quien llamaban El Guagua porque medía poco más de un metro y que era, oh paradoja, el más destacado dirigente deportivo de su gremio. Es probable que nadie de los están presentes hoy aquí lo haya conocido o haya tenido noticias de él. Yo, trabajador radial y más tarde periodista, me detenía con frecuencia junto a su kiosco de la Alameda al llegar a Ahumada, siempre brillantemente iluminado, y situado al lado del Café Ramis Clar.

Aquel era un punto de encuentro para los noctámbulos santiaguinos porque estaba abierto hasta medianoche o más allá. La atracción principal que ofrecía, aparte de algún diario vespertino o de algún impreso clandestino del PC, era la rica conversación de El Guagua, siempre al día en los asuntos políticos, capaz de discernir también y sobre todo de opinar sobre materias literarias, filosóficas, históricas y otras. Tenía un nombre solemne, Zorobabel González, que le quedaba grande y que muy pocos conocían, y era un comunista público, notorio y parlante, lo que no dejaba de tener su qué durante los años de la represión de González Videla.

Al Guagua le gustaba disertar sobre la historia del Partido Comunista y sus dirigentes obreros. En sus relatos mezclaba los hechos históricos con cierta dosis de leyenda o de folklore. Una noche hacia 1949 o 50 me habló de "La Piedra del Medio". Según su versión se trataba de una especie de núcleo indestructible, situado en el mismo centro del Partido. Lo explicaba así: "Es eso que no se puede romper renunca. Donde se quiebran los dientes los burgueses y todos sus policías. La Piedra del Medio no figura en los Estatutos. Está formada por compañeros más duros que el acero, los más tenaces. Esos que el Partido puede contar siempre con ellos. Siempre, como sea, para lo que sea, sin preguntar nada, sin pedir nada y, sobre todo, cuando las papas queman". Y con sus manitos pequeñas, muy apretadas, hacía simbólicamente una piedra.

¿Por qué hablar hoy del Guagua y su famosa Piedra del Medio? ¿Por qué en este momento, cuando hemos venido a recordar a Víctor Díaz y una vez más, a reclamar justicia, después de conocer con horrendos pormenores como fue asesinado y como fueron asesinados tantos otros dirigentes del Partido Comunista detenidos aquel año negro de 1976? Es que Víctor, según mi entender, era uno de esos compañeros de acero, de los que hablaba el "Guagua".

No fue a la escuela más allá del tercer año primario. Su padre era minero y su madre, lavandera. Tenían cinco hijos. Víctor era el cuarto. Empezó a trabajar desde muy niño porque había que contribuir a mantener el hogar y a echarle algo a la olla. Desde pequeño ayudaba a su madre, entregando en las casas de los clientes los bultos de la ropa recién lavada. A la edad en que otros niños hacen sus tareas escolares y juegan, él andaba vendiendo diarios por las calles de Tocopilla. A los 18 años bajó al pique en la mina de cobre La Despreciada y comenzó a trabajar como minero, igual que su padre.

En abril de 1940 ingresó al Partido Comunista. Es probable que en su decisión haya influido su amigo Víctor Contreras, legendario alcalde y obrero portuario de la bahía de Tocopilla, que fue ministro de Tierras y Colonización durante el breve período en que los comunistas participaron en el gobierno antes de la voltereta de Gabriel González. En 1948 llevaba apenas un mes de casado con Selenisa Caro, su compañera de toda la vida, cuando fue detenido y relegado a Pisagua. Era "el tiempo de la infamia", como llamó a este período el periodista Juan de Luigi. Los años de la represión anticomunista. De Pisagua lo llevaron a una localidad minúscula que se llama Cosapilla y que no he podido encontrar en el mapa. Luego a Putre, un poblado a cuatro mil metros de altura cuyos habitantes, aymaras, viven precariamente de la agricultura y la crianza de llamas. Lo llevaron algo después a Copiapó, desde donde se fugó. Vino a dar a Santiago, donde se reunió de nuevo con Selenisa y los hijos, rehizo su hogar y se dedicó a cumplir las más diversas tareas como militante clandestino.

En este tiempo, hacia 1950 o1951, comenzó a trabajar en la instalación de la imprenta Horizonte, en la calle Lira. La rotativa del diario El Siglo había sido desarmada en 1948 cuando ya fue imposible que el diario siguiera apareciendo debido a la represión. Sus piezas, debidamente numeradas, fueron escondidas en diversos lugares, siguiendo las precisas instrucciones del ingeniero checo Alejandro Freiberg, militante del PC de Chile. Armar de nuevo la enorme máquina impresora fue una proeza técnica cumplida bajo su orientación y la dirección de don Américo Zorrilla.

En esa tarea, de alta exigencia, participó Víctor Díaz. No sé muy bien cuándo y cómo se calificó como obrero gráfico. Lo más probable es que haya sido trabajando junto a los viejos del oficio y tomando la choca con ellos o el litriado después de la pega en el bar de la esquina de Lira con Santa Victoria. El traslado de las piezas de la rotativa desde los lugares donde estaban escondidas al galpón de la calle Lira y su montaje se realizaron en absoluto secreto, sin que la policía tuviera nunca noticias de estos trajines. De manera que cuando El Siglo reapareció en agosto de 1952 siendo todavía Presidente González Videla fue para él y su gente una enorme sorpresa saber que el diario comunista volvía a circular y contaba de nuevo con un taller de impresión bien equipado que parecía brotado de la nada.

A Víctor Díaz lo conocí, según mi recuerdo, hacia 1954 o 1955. Yo trabajaba como periodista en El Siglo y él se desempeñaba como prensista en los talleres. Hicimos buenas migas. Vivía a una cuadra de la imprenta y más de una vez me invitó a tomar el tecito del tarde, acompañado de sopaipillas o de una marraqueta con palta, en su casita de la calle Tocornal entre Santa Victoria y Santa Isabel. Allí conocí a Selenisa, su compañera y a su hija Viviana, entonces una niñita.

Víctor, "El Chino" Díaz como lo llamaban, era un hombre robusto, achinado como mucha gente del Norte, parco en el hablar, de voz profunda, bigote ralo, buena sonrisa nortina y un trato de gran finura y gentileza. Era un lector y un estudioso empecinado. Todos los días después de almuerzo se instalaba a leer en la mesa del comedor, que era el único espacio de la casa disponible para tal actividad. Leía metódicamente, cuenta su hija Viviana, con gran concentración, haciendo marcas en los márgenes, subrayando líneas o pasajes de los libros y a veces tomando notas en un cuaderno escolar. Sentía agudamente la necesidad del esfuerzo y el estudio constantes para comprender mejor la realidad, la historia y la situación de las clases sociales y estar a la altura de las exigencias que la vida y el Partido le planteaban. Cuando una de sus niñas salió mal en un examen y quedó para marzo, le habló seriamente pero sin dureza, con su manera convincente, algo sentenciosa: "Hay que concentrarse más, hay que aprovechar el tiempo. Vamos a buscar un compañero que te ayude a prepararte. Yo quiero que ustedes estudien y tengan una profesión, que yo no tuve". Quería superarse pero nunca desclasarse. Hablaba a menudo de la dignidad del trabajo por humilde que fuera: "El trabajo no deshonra a nadie", decía. Y también: "Uno nunca debe olvidar su origen".

Fue amigo de Pablo Neruda y de la Hormiguita. Los acompañó en alguno de sus escondites durante aquel año clandestino de 1948, antes que el poeta saliera de Chile a caballo cruzando la Cordillera. Era una amistad de verdad, entre compañeros, entre iguales. Como la que tuvieron Neruda y la Hormiga con Elías Lafertte, Galo González, Julieta Campusano, Andrés Escobar, Humberto Abarca. El poeta consideraba que era él quien más aprendía de las conversaciones con aquellos ilustres proletarios.

En su estupendo libro Hormiga pinta caballos, la escritora Virginia Vidal transcribe pasajes de una larga entrevista con Víctor Díaz, en la que habla de su relación con Neruda y Delia del Carril en el período clandestino. "Entonces yo aprendí a comprender y respetar a los intelectualesÓ dice Víctor. ÒPablo y Hormiguita no podían soportar estar encerrados, así que en las tardes por fuerza salíamos a pasear. Los acompañaba porque ni el mayor peligro les podía quitar las ganas de estar en contacto con la naturaleza, de saborear el aire libre. Luego tomábamos té y conversábamos. A Pablo le encantaba que yo le contara cosas de mi infancia. Yo era niño cuando la gran crisis, la cesantía, la hambruna de los años 30... ".

Cuando en agosto de 1971, fue elegido por el Comité central subsecretario general del Partido Comunista, Neruda, entonces embajador en Chile en París, le hizo llegar una tarjeta de saludo y una botella de un exquisito coñac francés, que Víctor cuidaba como hueso de santo y que le duró largo tiempo. Tal vez hasta los días del golpe y la matanza sistemática y la nueva clandestinidad, cuando asumió sin vacilar el cargo de más alta responsabilidad en la dirección del Partido Comunista después de la detención del secretario general Luis Corvalán.

Detenido en mayo de 1976 cayó en manos de la Brigada Lautaro, unidad de élite encargada de la seguridad personal del jefe de la DINA, Manuel Contreras y de la eliminación física de los dirigentes comunistas. Pasó un tiempo en Villa Grimaldi, más tarde lo tuvieron en Casa de Piedra, en el Cajón del Maipo, que era la casa de Darío Sainte-Marie, el ex dueño del diario Clarín. Finalmente, lo llevaron al cuartel de la calle Simón Bolívar 6830 (más tarde la numeración fue cambiada). En ese centro de exterminio sistemático los torturadores sádicos y altamente tecnificados que integraban las Brigadas Lautaro, Purén y otras, sometieron a Díaz a atroces sufrimientos día tras día y semana tras semana durante más de ocho meses, del mismo modo que a los demás dirigentes comunistas detenidos aquel año negro de 1976, Mario Zamorano, Jaime Donato, Uldrico Donaire, Edrás Pinto, Jorge Muñoz, Fernando Ortiz, Horacio Cepeda, Lincoyán Berríos, Reinalda del Carmen Pereira. Finalmente les dieron muerte con el mayor ensañamiento imaginable o inimaginable. Según revela el sumario que instruye el ministro Víctor Montiglio, uno de los jefes de la Brigada Lautaro de la DINA, el mayor del Ejército de Chile Juan Morales Salgado dio una instrucción especial para estos asesinatos: "que sea con sufrimiento".

De este modo aniquilaron a los dirigentes de una organización histórica del pueblo de Chile. Así mataron a Víctor Díaz, cuya noble figura hemos reunido a recordar este mañana Villa Grimaldi, donde hay tanto dolor acumulado.

Jorge Insunza, Dirigente Nacional, Partido Comunista de Chile

Estamos aquí para repudiar a los que mataron a Víctor, sin duda, pero sobre todo a celebrar su vida. Es su vida la que nos convoque, la vida de ese núcleo proletario. Quizás el golpe mas dura fue perder esa Piedra del Medio. Esa vida hizo que en defensa de ella participaron gente inimaginable en la época de clandestinidad. Víctor estaba confinado en una pieza porque las dificultades para rearmar el Partido fueron inmensas. Y la casa sabes quien la consiguió? Ana González. La casa era de un arquitecto hace poco muerto. Que durante un tiempo fue mi casa y que se la entregué para Víctor. Esto fue despues de la detencion de Don Lucho (Luis Corvalan) y fue fundamental por lo que vino despues. En Calle Conferencia muchas veces estuvimos allí con
Victor, Mario, Donaire, Waldo.

Lo mas importante hoy dia es entender que la forma que honoremos a los que sacrificaron sus vidas es reconstryendo un ampio, movimiento capaz de terminar con este capitalismo salvaje. Reinstalando la fuerza del movimiento obrero, debemos tambien abrir hacia nuevas perspectivas que continuarán los grandes valores que ellos encarnan y que simboliza Salvador Allende. Los actos se deben elaborar según la realidad del momento. Eso significa que cada momento es un momento nuevo, una oportunidad nueva para reconstruir. Así honremos aquellos como Victor Diaz quer dieron sus vidas.

Eduardo Contreras, Abogado

A comienzo de 1974 había caído en combate Miguel Enríquez. En 1975 había caído la dirección clandestina del Partido Socialista que encabezaba Carlos Lorco... En 1976 se iba celebrar aquí, a petición de Richard Nixon y Henry Kissinger, para avalar a Pinochet una Asamblea de la Organización de Estados Americanos. Pensaban que era predecible que el Partido usara su fuerza para.. Entonces conjuraron en diciembre de 1975 y se resolvió que la DINA creara una Brigada especial, allá surgieron las brigadas Puren, Lautaro, Caupolican, que hemos ido conociendo en el transcurso de los últimos meses, destinadas expresamente a liquidar a la dirección clandestina del Partido Comunista. Y vino Calle Conferencia en los primeros días de mayo 1976 y después vino la caída de Víctor Díaz un día como hoy. Y luego vino el silencio durante muchos años.

Con Gladys Marín presentamos la primera querella contra Augusto Pinochet por Calle Conferencia, abriendo camino para cientos de querellas. El Juez Guzmán avanzó en el proceso lo que fue posible, teniendo bajo su mando mas de 300 querellas y no fue posible avanzar en algo mas de una docena. En algunos apenas empezó, como en caso Calle Conferencia. Pero sí en los últimos meses gracias al trabajo paciente de Víctor Montiglio y con la destacada labor de los funcionarios del Departamento 5to de Investigaciones, la brigada especial que investiga las violaciones a los derechos humanos, algunos de los muchachos están presentes con nosotros esta mañana, ha sido posible ir avanzando en el conocimiento de esta tragedia.

Hoy sabemos prácticamente todo.

Sabemos del coraje de Víctor. Sabemos como enfrentó a Pinochet personalmente en Casa de Piedra, Cajón de Maipú, y como le dijo "Es imposible su tarea, General, su empeño de querer destruir al Partido Comunista, porque es como querer destruir al pueblo. " La serenidad con la cual Víctor enfrentó todo es un ejemplo admirable para generaciones. Sabemos la crueldad con la cual lo mataron. Sabemos como lo asfixiaron, como lo inyectaron, le quemaron sus manos y rostro para evitar que le identificaran.

Esto fue detonado a fines del año pasado (2006) cuando un modesto campesino del sur, cuyo nombre no lo demos por siempre y así debe de ser, rompió el silencio, abrumado por su conciencia porque fue obligado a participar en tareas sucias. Es que no era militar y precisamente por eso lo hizo, porque no tenia la nefasta formación del militar chileno.

Desde diciembre 2006 hay aproximadamente 70 militares, procesados solo en el caso Calle Conferencia. De los casi 70 hay 50 presos y la Corte de Apelaciones acaba de confirmar hace 48 horas la encarcelación de estos 50 asesinos, defendidos por abogados inescrupulosos, billeteros, malvados que trataron de justificaron ante el tribunal la supuesta inocencia de estos criminales. Y ayer, está todavía fresca la tinta en el papel, se dictó un nuevo auto de procesamiento para Hernán Luis Sovino Miranda, procesado por el caso Calle Conferencia.

De acuerdo a antecedentes que tenemos habrán mas procesados y mas presos. Parece que esta vez los tribunales han tomado buen camino. Pero qué va pasar, ¿depende solo en los abogados? ¿Depende solo en los esfuerzos de los familiares de las victimas de Calle Conferencia, de todos que cayeron en 1976? Esta es tarea de toda la sociedad chilena. Porque lamentablemente la cultura de la muerte no ha terminado en nuestro país. Mientras no se democraticen las Fuerzas Armadas y las fuerzas de orden y seguridad y represión, nada cambiará en el fondo. Solo hay que recordar la muerte de Rodrigo Cisternas en Arauco. Por lo tanto es tarea de todos nosotros, no solo de los tribunales. Es asunto de los Parlamentarios en el Congreso, de los sacerdotes en sus comunidades y en sus parroquias, y de cada uno de ustedes. Tenemos que levantarnos todos los chilenos y tomarnos de las manos para que haya verdad, para que haya justicia y para que haya de veras un nunca mas.

Bajo esta carpa en Villa Grimaldi hay sectores muy importantes y representativos de lo que es lo mejor de la sociedad chilena. Hay parlamentarios democráticos, sacerdotes y abogados que se lo jugaron y se arriesgaron su vida por los derechos humanos desde los primeros días de la dictadura, hay artistas comprometidos con el pueblo, y hay una cantidad impresionante de mujeres, abogadas, profesionales, dirigentes poblacionales, trabajadoras de derechos humanos, dirigentas políticas.

Me despido con la certeza de que es posible la justicia, es posible que sepamos todos lo que falta para saber, y que es posible que se condene a los responsables de los crímenes. Yo tengo la certeza absoluta de que vamos a doblegarle la mano de los partidarios de la amnistía una vez mas y que finalmente obtendremos sentencia condenatorio de los tribunales. Y tengo la certeza absoluta porque aquí esta lo mejor del espíritu de unidad y de lucha del pueblo chileno.

Viviana Díaz, Vice Presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos

Quisimos estar hoy día con todos aquellos hemos compartido 31 años, distintas jornadas, días dolorosos, días alegres, días en los tribunales cuando se ganó un fallo, cuando se detuvo a Pinochet en Londrs. Sin ustedes hubiera sido mucho mas difícil estos años. Nuestro padre, un hombre auto didacta, sin haber ido mas que un o dos años a la escuela, nos dio a nosotros una enseñanza que nos ha permitido llegar a muchas partes.

Valoro tanto la labor de los abogados. Cuando escuchamos los alegatos de los que van semana a semana a pedir fianza para los que fueron procesados en el caso de mi padre, no tienen los argumentos y solo se limiten a decir que están cansados, que tienen una vida intachable y ni siquiera han tenido una infracción de tránsito, y como se le ocurre al Ministro Montiglio tenerlos tanto tiempo detenido sin dar lo que les garantiza la Constitución por acceder a libertad bajo fianza. Para nosotros el querer saber lo que pasó con cada uno de ellos es tan importante como que haya justicia en nuestro país. De esa forma vamos nosotros a contribuir a que nunca mas los derechos de las personas estén en riesgo por el solo hecho de pensar distinto. Por eso es tan importante que logremos después de 17 años de iniciada la transición, anular el decreto ley de amnistía, que si bien es cierto que hoy en día los ministros no la están aplicando, nada nos garantiza que cualquier día cambian las circunstancias y se va aplicar. Es una vergŸenza que un decreto ley de auto perdón siga vigente en nuestro país, a 17 años de iniciado la transición.

Quisiera terminar mis palabras recordando a nuestra madre, que nos dejó hace 10 años. Sin saber el destino de mi padre, quiso que sus cenizas quedaran en el mar en Antofagasta donde ella se había casado con mi padre. Realmente creo que de una parte es mejor que no este hoy día para escuchar lo que nosotras estamos escuchando en los alegatos día a día. Por doloroso que sea, creo que la verdad es necesario. Nos hace bien a todos. Vamos a seguir adelante hasta que en nuestro país haya justicia para cada uno de las victimas de la dictadura militar. No queremos que nunca mas una familia chilena viva lo que nosotros hemos vivido.

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